Los días pasaban y
la mujer embarazada no aparecía. Aldea, tras aldea, iban buscando sin descanso,
sólo quedaba una pequeña población de leñadores, justo al borde del Bosque de las
Tinieblas, donde nunca el sol hacía acto de presencia.
Llegaron a aquel
lejano lugar y tampoco encontraron nada, estaban a punto de perder toda
esperanza cuando un viejo leñador, se les acercó, era un hombre de rostro
arrugado, surcado por los años y el sol, de manos grandes y espalda ancha,
nariz aguileña y ojos cansados.
Se dirigió a Martin
y le dijo en voz baja.
- La persona a la
que buscáis, no esta aquí, sino en el interior del bosque, vive en una humilde cabaña
de leñador y... que Dios me perdone, es mi nieta, y esta en cinta de su séptimo
hijo, sed benévolos con ella, pues es un alma cándida y pura...
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