Hoy quiero contaros un pequeño cuentecillo.
Hace mucho, muchísimo tiempo, un niño de seis años, como
tantos otros, salió con sus padres a pasar un día en el campo. Tras disfrutar
del aire limpio, y de jugar hasta la extenuación, se volvieron de nuevo para su
casa, pero antes se pasaron a visitar a unos familiares, que vivían cerca de
donde habían pasado ese apacible domingo.
Mientras los mayores hablaban en la calle, el niño se fijó
en una lejana paloma, era de vivos colores, muy distinta a las de color blanco
o esas grises que tanto ruido hacen.
El niño, educado, pero insistente, le dijo a su madre:
- Mamá, ¿puedo coger esa paloma?, me gusta mucho.
La madre, ocupada hablando con otros adultos, tardó en prestarle
atención.
- ¿Qué quieres niño, no ves que estoy hablando?
- Coger esa paloma, mamá.
La madre miró al pájaro y finalmente dijo.
- Díselo a tu padre.
El niño se dirigió a su progenitor y le pidió lo mismo.
El padre, también ocupado, le dijo que sí, sobre todo por
quitárselo de encima, pues también estaba ocupado charlando con otro adulto.
El niño, se vio con la autoridad de ir a coger la paloma.
Se dirigió con paso firme y seguro, cuando estuvo solo a un
par de metros, la paloma retrocedió un poco, pero no huyó. El niño se agachó y
extendió sus manos hasta atrapar al pájaro, sin demasiado esfuerzo.
Cuando la tuvo entre sus manos, la observó, era preciosa,
sus colores metálicos, brillaban bajo el sol, era aún más bonita de cerca.
Corrió con la paloma entre sus pequeñas manos en dirección a
sus padres. Cuando lo vieron llegar con el pájaro, nadie daba crédito. Todos se
sorprendieron de que la hubiera cogido.
Parecía imposible que el animal se hubiera dejado coger, se
trataba de una paloma mensajera, estaba herida, pero eso no importa. Lo
importante de esta enseñanza es que sí tienes un sueño, no dejes de perseguirlo,
aunque todos te digan que es imposible alcanzarlo.
El niño era yo, y la historia es real. Hoy, muchos años
después, he vuelto a coger una bella paloma, esta vez tienen un nombre se llama
“El Viaje del Alquimista”
Y no me canso de seguir cogiendo “palomas” cada vez más
difíciles. Nadie puede ponernos límites en nuestros sueños.
Saludos. Juan Carlos
Victorino Ortiz.
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