domingo, 19 de febrero de 2012

El dragón y el arquero (capítulo último)

A rastras, se fue alejando de la humilde cabaña de leñadores, hasta situarse a unos veinte pasos de ella. De repente, el dolor cesó y comenzó a sentir mareos, seguido de un vértigo inusitado. Al principio era como sí se elevara, la cabaña comenzaba a alejarse, se quedaba bajo sus pies. Luego las copas de los árboles se tropezaban con su cabeza, era de locos, -esto no está sucediendo.- Se decía Martin a sí mismo.
Igual que empezó, todo término, el mareo desapareció, pero continuaba viendo desde las alturas.
Miraba a todos lados, intentado buscar una explicación. Un grito, le hizo mirar a sus pies, y en ese momento descubrió que estaba sucediendo.
- ¡Es el dragón!, ¡huyamos!- dijo unos de los hijos de Idgir que salía de la cabaña en ese momento.
Martin, se miró por primera vez a sí mismo, y pudo comprobar que no se reconocía. Su cuerpo estaba distinto, lleno de escamas, sus pies formados por garras afiladas de color verde. En la espalda unas alas de piel aleteaban con suavidad, miró a sus manos, y ya no estaban, en su lugar dos gruesas y afiladas garras, de cuatro dedos engastados en largas uñas. Estaba horrorizado, se había convertido en el temido dragón.
Los gritos de terror se sumaban bajo sus pies, se sentía aterrado y desorientado. A punto estuvo de vomitar, pero en ese momento recordó que los dragones vomitaban fuego, y si lo hacía, los mataría a todos. 
Trató de dominarse e intentó hablar con la familia.
- No temáis, no quiero haceros daño.- pensó en decir e intentó hacerlo, pero en cambio, un extraño rugido sonó en su lugar. Comprendió en ese momento, que nunca le entenderían, ya no hablaba como un humano.
Con un movimiento de hombros, al principio algo tosco, comenzó a elevarse sobre el suelo, y más tarde sobre los árboles. Pudo contemplar un paisaje que jamás había sido contemplado por otro ser humano, pero él, ya no era humano. 
Lo que Martin, no sabía, era que el Oráculo, además de predecir la llegada del temido dragón, también vaticinaba la venida de uno especial, que no haría daño a nadie, pues su alma era pura. El dragón, no es otra cosa que el reflejo del alma de los hombres.
 Cuando llegara a convertirse un hombre bueno en dragón, terminaría el reinado de esas criaturas aladas en la tierra. Llegaría la prosperidad, y ese último alado, estaría para ayudar a los hombres, en su deambular por el mundo.
Por ese motivo, hoy no existen dragones, el último, el que ponía fin a su estirpe, dejó de surcar los cielos, hace siglos. Cuenta la leyenda que intentó ayudar a todo aquel que andaba necesitado y que proporcionó felicidad a muchos, hasta que un día la sin razón del hombre lo mató. Quizás vuelva a iniciarse de nuevo el Oráculo, y vuelvan dragones malos, hasta que un alma cándida y pura, se convierta de nuevo en el salvador de la humanidad. Quizás… aprendamos de esa segunda oportunidad.







1 comentario:

  1. Siempre genial, querido amigo. Una historia preciosa y con moraleja final, tan acorde con nuestros gustos, ¿verdad? Espero que esos ojos vayan mejor, compañero...Cuando tengas cuerpo y un ratito, charlamos.

    Un abrazo, hermano.

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